miércoles, 9 de enero de 2008

Síndrome postvacacional

Siempre que voy a España y vuelvo, estoy una semana de capa caída. Aunque me haya aburrido, echado pestes de mi familia, discutido con mi abuela, madre, etc., no puedo evitar poner caras largas, a pesar de lo que me gusta esta ciudad. Esta vez encima me lo he pasado bien en Charroland, así que el trauma postvacacional se ha multiplicado por cien... No me gusta ver a tanto rubio alto por la calle, ni oír alemán, ni ir al trabajo, ni nada de nada... Estoy perdida, agotada, de mal humor sin razón aparente. Los días aquí me parecen demasiado cortos, lluviosos, grises; al menor contacto con mi cultura de origen, siento el calor y la seguridad que dan pisar con firmeza sobre la tierra que me vio nacer, la confianza de entender el humor de la gente, disfrutar del sabor del chocolate con churros o vivir la ilusión de los Reyes Magos.
Que conste que soy muy crítica con España, no soy precisamente de las del "como en España en ningún sitio". Reconozco que somos bastante cerrados culturalmente hablando, conformistas y que los sueldos son en muchos gremios una MIERDA. Sin embargo, no puedo negar que bajo esta apariencia de muñeca de porcelana late un corazón muy latino.
¡Hasta la próxima, corazones!