sábado, 9 de diciembre de 2006

Último tango en París


Se acabó. Lo tenía claro y así se lo he hecho saber. Puede ser cutre dejarlo por email, pero dado que él determinó que el messenger fuera nuestro único medio de contacto estos meses, tampoco veía que la ocasión, ya de por sí difícil, mereciera una llamada de teléfono. Me han hecho falta cinco fines de semana con él y dos meses en la distancia para darme cuenta de que no es para mí ni yo para él. Una historia en la que puse toda mi ilusión y que ha fracasado. Como todas mis relaciones... Ahora mi pregunto si le quise de verdad o si acaso fue el tierno recuerdo de ese primer encuentro de película con final feliz el que me llevó a intentarlo, el que me hizo pensar que podría funcionar por una vez. Me he dado cuenta de que no. Una relación Colonia-París no es fácil de llevar, por muy glamourosa que parezca, y menos vía messenger. No sé si es pedir demasiado, pero yo esperaba que la relación evolucionara, poder tener un contacto más directo para compensar la distancia física (lo cual no es nada difícil hoy en día gracias al skype y las videoconferencias) y más sincero el uno con el otro. Sin embargo, a él todas estas cosas parecían darle igual, estaba muy feliz con nuestros chats insustanciales en sus escasas pausas del trabajo del tipo "uy, hoy tengo mucho trabajo!" y "¿qué andas haciendo?" ¡¡Hasta con mis amigos hablo de cosas más personales!! Si hubiera visto que la cosa cuajaba me hubiera ido a vivir a París con los ojos cerrados, por amor yo me iría a Kuala Lumpur!! Pero no ha resultado. Entre las barreras de comunicación y que veo que somos como la noche y el día (él apenas abre la boca, siempre anda metido en mundos virtuales y videojuegos y no le gusta salir, mientras que a mí me encanta hablar y puedo sufrir un ataque de nervios si me quedo un día entero encerrada en casa), se me fue el amor... ¿O debería decir la ilusión? Es cierto que yo he dado el paso, pero no creo que él estuviera coladísimo por mí. Una vez me dijo que me quería mucho, pero esas palabras mayores (je t'aime beaucoup) no me cuadraban con su pasividad en la relación.



Total, que sigo sin encontrar árbol en el que ahorcarme, como diría mi abuela... Parece que tener novio es una obligación social, hay mucha gente que con tal de estar en pareja prefiere estar mal acompañada que sola y conformarse con un 5 en vez de aspirar a un 9 (soy consciente de que la perfección no existe). No es mi caso. Si no encuentro lo que busco, pues no merece la pena forzar la situación ni intentar cambiar a la persona con la que estás (error muy común entre mucha gente que conozco, que no, que no, que la gente es como es, no se puede ni tampoco es justo pretender cambiar a nadie, ni que uno no tuviera defectos!).


No sé si seré demasiado exigente, pero es que tampoco hay muchos hombres interesantes a mi alrededor. Quitando el que fuera mi primer gran amor, al que ya le dedicaré otro post, que me tenía hiptonizada a pesar de ser un gran cabrón, nunca he sentido que ninguna de mis relaciones fuera a durar para siempre. Aparte de eso siento una predilección especial por frikis o "bohemios" cabrones con los que no puedo apirar a algo más que un rollete, porque luego sienten amenazado su espacio vital o su libertad.



Como mujer sin pareja estable, Bridget Jones, tan imperfecta y a la vez maravillosa, es mi heroína secreta, y de otras muchas como yo. Sí, qué pasa, nadie se atreve a confesarlo pero si no, ¿cómo se explica que esta película (en realidad son 2) y series como Sexo en Nueva York tengan tanto éxito? Porque hay todo un ejército de caperucitas que intentan buscar respuesta a una pregunta en esencia absurda: "¿Por qué no encuentro a mi lobo?"


En los momentos de fracaso sentimental me suelo poner la música de otra atormentada por el amor, Janis Joplin, para regodearme en mi propia miseria y sentirme menos mal al ver que otras ya han tenido el corazón roto. Patético, lo sé, pero es lo que hago y me funciona como terapia, os lo aseguro. Lo peor es que esta vez no me he visto afectada hasta ese extremo. He sentido vacío y decepción, pero sobre todo conmigo misma, al ver que en estos años no he tenido una relación que haya durado más de tres meses, y no porque haya perdido al gran amor de mi vida. ¿Será que me estoy haciendo de hierro? No, yo creo que más bien es que no estaba tan colada como suponía. C'est la vie!

viernes, 8 de diciembre de 2006

Friday night

Aquí estoy... Viernes de madrugada y pegada a la pantalla, cual internet-adicta.... Estos fines de semana en que me pongo reflexiva en la intimidad de mi habitación después de haber visto en mi casa una peli con los colegas, me doy cuenta de que el tiempo pasa y me estoy haciendo mayor... Cada vez sales menos, prefieres verte con tus buenos amigos a tomar unas cervecitas en lugar de ir a tajarte hasta las mil, y el telediario te interesa más que Operación Triunfo. Los 25 se acercan peligrosamente. ¡¡Un cuarto de siglo ya!! Si parece que fue ayer cuando empecé la facultad. El tiempo no perdona. Pero bueno, que me quiten lo bailao: sigo perdida por el universo, pero al menos he salido del pueblo y he visto mundo, he madurado -aunque sigo siendo impuntual, desorganizada, desordenada con mis cosas... en definitiva, caótica- y no me pongo colorada con tanta facilidad como antes. Hoy estoy más positiva que hace cuatro días. He decidido que voy a tomarme la vida con más calma, haré del "Carpe Diem" mi lema e intentaré torear la vida según se presente, que para eso son dos días. ¡Hala! Y con esto y un bizcocho... Me voy al sobre, que estoy muerta.
Paz y amor

lunes, 4 de diciembre de 2006

LOST IN TRANSLATION

Estoy totalmente desorientada. Vengo de pasar un fin de semana en París del que tenía que haber regresado pletórica, pero me siento vacía: no sé quién soy, ni qué quiero, ni a dónde voy. Es una situación de bloqueo total que precisa de acción inmediata. La sensación de no pertenecer a ningún lugar, de estar "lost in translation" es la señal de alarma que me dice que vuelva al punto del que partí para volver a encontrar el norte. Necesito cambiar de aires. Llevo en esta pequeña habitación demasiado tiempo: horas y horas trabajando, navegando por internet, chateando, leyendo... Mi guarida se ha convertido en cárcel. Estar aquí no me aporta ya nada. Por un lado, sé que ésta es una parada más en el camino, no me planteo echar raíces aquí, de hecho creo que ha llegado el momento de decir adiós, pero por otro, ya siento la ciudad como mía y noto que, inconscientemente, me da miedo fijar una fecha de partida y lanzarme hacia un futuro incierto. Ahora no tengo proyectos con los que ilusionarme. Es triste, pero cada vez estoy más convencida de ue las ilusiones son el motor que nos empuja hacia adelante. No nos mantiene vivos disfrutar del presente, sino pensar en el mañana. Simple pero eficaz forma de hacer más llevadero el soporífero día a día de la mayoría de nosotros. Cuando era pequeña me gustaba ponerme los tacones de mi madre (cuanto más de aguja, mejor!) y ponerme la cara como un Picasso, jugando a ser mayor; pasé todo el instituto estudiando con la ilusión de entrar en la carrera que quería; en la universidad curré lo indecible para llegar a ser brillante, sacrificando sábados locos y domingo de resaca; luego vine a Alemania soñando con llegar a hablar como Marlene Dietrich y encontrarme a mí misma.... Han pasado más de dos años desde entonces y aún no sé qué camino tomar en la vida. No me gustan las encrucijadas. Pero no puedo seguir así más, tengo que cambiar el chip y pasar a la acción: estoy sumida en la rutina y ni siquiera puedo deleitarme en mis planes, porque en estos momentos no tengo ningún proyecto de futuro definido. ¿Y si intentara una nueva vida en Madrid de una vez por todas? Podría ir en Navidades a echar CVs... ¿Pero para qué tipo de curro? Odio la vida adulta. Hay veces en que gustaría volver a la época en que cambiaba cromos al parque los domingos con mi abuelo...

martes, 28 de noviembre de 2006

Quedarme o largarme, esa es la cuestión


Vine por un año, pero ya han pasado más de dos y aún sigo aquí. Siempre he tenido la sensación de estar de paso, pero a lo tonto ya tengo más amigos en Colonia que en mi ciudad natal y siento el piso mugriento en el que vivo más mío que la casa de mi madre, donde pasé 22 años. La paradoja de vivir en el extranjero es que, a pesar de las diferencias lingüísticas y culturales, antes de lo que te imaginas llegas a tener una vida digna (qué difícil que parecía al principio, eh?!), a sentirte a gusto y, aun así, nunca dejas de pensar en cuándo volverás al terruño. ¡Odio esa sensación! Me acompaña desde el mismo día en que llegué. Y manda narices, porque ha llovido bastante desde entonces.

Como emigrante voluntaria he pasado por distintas fases en mi relación de amor-odio con Alemania y los alemanes:

- PRIMER AÑO: A los dos meses de llegar ya sabía que quería quedarme otro año: me encantaba la ciudad, no quería cambiar la independencia y libertad que sentía aquí por nada del mundo, y at last, but not least, quería aprender alemán en condiciones -el idioma tiene tela- y hacer amigos alemanes y poder integrarme al 100% en esta cultura.

- SEGUNDO AÑO: Me empecé a dar cuenta de que la integración total era una estipidez y que, por más siglos que pasara aquí, no dejaría de ser ni sentirme extranjera. Estaba convencida de que sería el último año: el segundo invierno me rayó mucho (empecé a entender por qué los baños de luz los cubre la Seguridad Social) y los mercadillos de navidad y el carnaval -aunque apoteósico- ya no eran novedad...

- TERCER AÑO: Me planteé irme después del verano, por aquello de que ya había hecho todo lo que tenía que hacer aquí: estudiar, trabajar, salir de fiesta, ligar... (esto último sin mucho éxito, todo hay que decirlo)... En esas estaba cuando me llegó otra oferta de trabajo para un proyecto hasta noviembre. Moló quedarme y vivir la experiencia, muy interesante y unos dinerillos que nunca vienen mal.

Ahora se abre el capítulo de la OPERACIÓN RETORNO. Aunque conozco el caso de un español que lleva AÑOS diciendo que se va y sigue anclado aquí, a mí ya me están entrando ganas de volver en serio, al menos por una temporadita.... Supongo que si hubiera encontrado el trabajo de mi vida o un hombre que me susurrara "ich liebe dich" pensaría de forma distinta... Pero como no es el caso, me está entrando el gusanillo de emprender una nueva aventura y empezar de cero en esa España mía, esas España nuestra, a pesar de los mareos que me entran al comparar lo que cuestan los pisos con los sueldos de mierda que se pagan.

Volver o no volver es todo un tema. Y siempre que pienso en ello me viene a la cabeza un libro de Milan Kundera titulado "La ignorancia", en el que la protagonista, una mujer checa que vive desde hace tiempo en Francia, habla de cómo, después de tantos años en el extranjero, no se siente francesa, pero tampoco se identifica con el país en el que se crió. La idea de perder mis raíces me da pavor e, insconscientemente, creo que ésa es la razón por la que quiero regresar antes de que pierda por completo el arraigo hacia mi tierra y no me sienta ya ni de aquí, ni de allí.... Y puestos a elegir, prefiero las tapas a las salchichas. Puede que sea infantil, pero yo, al igual que mucha gente, necesito un punto de referencia en la vida.

lunes, 27 de noviembre de 2006

Jetzt geht's los!

Por fin inauguro el blog!! Tras mucho pensar en sobre qué escribir y cómo, me lanzo a la aventura sin más. Soy charra y vivo desde hace dos años en Alemania. Dos meses después de terminar la carrera me vine con una beca bajo el brazo huyendo de la asfixia que me producía ya el provincianismo caduco de Salamanca (sé que los que habéis pasado los años de carrera entre Libreros y la Tuca tendréis una imagen bastante distinta de la ciudad, pero cuando eres de allí y te quedas para estudiar, la cosa cambia, el mito se cae) y con un propósito: empezar a vivir mi vida...