viernes, 23 de febrero de 2007

Resaca carnavalera


Terminé el otro post diciendo aquello de "mañana más y mejor" y ha pasado más de una semana desde entonces. Siete días surrealistas en los que he acumulado todo un carro de anécdotas para relatar en sendos posts, aunque bien podría llenar un blog entero... jeje Comencemos por el viernes.


Viernes. A las 15:30h voy a buscar a mi amiga A. a la estación central. Tras hacerle la ruta obligada por la ciudad y pasar por el supermercado para hacer una generosa compra para el agitado fin de semana, me doy cuenta de que se me he olvidado las llaves en casa. Big big mistake: lo que en circunstancias normales se hubiera saldado con un timbrazo, puesto que vivo con otras cuatro personas, adquiría ahora dimensiones de gran putada, porque ninguno de mis compañeros estaba en la ciudad ese día. ¡Horror, terror y pavor! Después de analizar la situación durante media hora y sin mucho éxito, desistí en el intento más factible y suicida que se me ocurrió - saltar por la ventana de la escalera a mi balcón apoyándome en la tubería gigante que recorre la fachada- y opté por lo más socorrido: llamadita de S.O.S. a mis mejores colegas, que nos ofrecieron cobijo para la noche a mí, mi amiga catalana y la que aún estaba por llegar horas más tarde. Esa noche okupil y comunal, durmiendo tiradas en sofás y colchonetas de aire a medio inflar, fue un comienzo accidentado pero dulce, la entrada en un carnaval de matrícula....


Sábado. Desayuno con diamantes: bollos, panes, delicias turcas, nutella... Yo, pendiente del móvil porque uno de mis compañeros había quedado en llamarme cuando estuvieran de nuevo en la ciudad para que pudiéramos ir a casa a ducharnos y disfrazarnos para el GEISTERZUG, desfile alternativo en la que la gente que participa es el propio desfile, con batucadas, buen ambiente, etc. Y nos dieron las 12, la 1, las 2 y el móvil sin sonar. ¡Que les den! Pasamos de comernos la cabeza con ir a casa obligatoriamente y nos quedamos en el piso de mis amigos N. e I. preparandono nuestros disfraces improvisados de CLAN FLAMENCO, yeah! Nosotras íbamos muy gitanas e I., muy patriarca en plan "Equipo Ja". Quedamos en el barrio del desfile con compañeros de curro de mis amigos: pandillita de franceses a cual más brioche: uno iba de elefante, otro de pirata (hmmmm!), otro de monje, otro de chupacabras... Fue llegar y Francia y España comenzaron a hacer fichajes y fijar objetivos. ¡Menudo descaro! A esto tengo que decir que la noche de okuping del viernes nos dio por hablar de hombres, de sexo y de las ganas que teníamos de "triunfar" en Carnaval. Comienza el desfile. El Arca de Noé avanza con el Clan gitano por entre la multitud sin saber muy bien hacia dónde ir. ¡Qué caos! En estas se nos une nuestro amigo G., alias Caperucita Roja. En un momento de desconcierto y falta de coordinación, nos dimos cuenta de que habíamos perdido a los franceses. ¡Noooooooooooooooooo! ¡Nuestro gozo en un pozo! La ilusión de ligarnos a los brioches se había desvanecido y con ello vino una media hora de caras largas y ligera pataleta por mi parte (soy muy cabezona y cuando me hago a la idea de que va a pasar algo y se chafa, me cago en tó, lo reconozco). De repente los volvimos a encontrar y nos dio un subidón de feromonas. A esas alturas de la noche ellos estaban bastante alcoholizados y no hacían más que cantar himnos franceses y canciones de machitos... En esto mi amiga J. empezó a tontear con el Mosquetero, amigo del Chupacabras y residente en París, igual que ella. Fichas por aquí, fichas por allá, pero él se hacía el duro y J. no estaba para que le anduvieran con rodeos, así que no dudo en ceder a las insinuaciones de otro francés que iba indio apache. A mí me molaba el Pirata del pañuelo rojo en la cabeza, pero como parecía que era un poco tonto, me fui a hablar con el Chupacabras por aquello de hacer algo...

[Aquí debería hacer un pequeño inciso para aclarar el contexto. El Chupacabras en realidad es Jo., un francés vecino mío que conozco desde hace un año y que me molaba, pero por hache o por be nunca habíamos coincidido en el momento adecuado en el lugar adecuado, como se suele decir... Así que el "tilín" que me hacía había quedado un poco aparcado en los últimos tiempos, sobre todo porque él se había pasado tres meses en Boston y luego yo uno en España. A finales de enero nos volvimos a ver, le invité a cenar a mi casa con más amigos. Carnaval era la segunda ocasión de encuentro.]


... Y le dije al Chupacabras que mi amiga J. y yo estábamos tristes porque nadie nos quería. Total, que me se me quedó mirando con los ojos como platos fíjamente con una cara que no sabía muy bien cómo interpretar y a los dos segundos me pegó un morreo de alucine. Yo no me lo podía creer, más que nada porque su actitud para conmigo nunca me había revelado el más mínimo interés sexual hacia mí. Yo que ya había desterrado la idea de tener con él algo más que una buena amistad, y el gabacho va y me salta con ésas... ¡Cuánta imprevisibilidad!

Total, que estuvimos de morreo salvaje un rato y luego, a celebrar con el resto: brincos, bailecillos por la calle al compás de la batucada improvisada que se había formado... Él se centró en sus colegas franchutes que estaban de visita, ignorándome bastante, a decir verdad, tanto que pasé de ser el blanco de sus impulsos fogosos a un ente invisible en una décima de segundo. Ante eso supuse, basándome en desagradables experiencias de años anteriores, que la escenita de hacía tan sólo cinco minutos habría sido únicamente fruto de la locura del carnaval y el ron con cola que fluía en abundancia por sus venas.


De la calle nos movimos a un garito en pleno centro de la ciudad. Yo, claro, alerta a los movimientos del Chupacabras, a ver si se me acercaba con ganas de otro intercambio de saliva, que el primero me había sabido a poco. Dicho y hecho. Costó, pero al final cumplió. Un tímido acercamiento, un bailecito y besazo de despedida. Al final de la noche, las niñas y los niños se fueron cada uno para su casa y todos tan contentos. Yo me había comido al Chupacabras y mis otras dos amigas solteras también habían triunfado.... ¿Se puede pedir más?


Domingo. Domingo de relax. Nos levantamos en casa de mis amigos de nuevo (seguía sin tener las llaves, tanta party la noche anterior no me había dejado tiempo para quedar con mis compañeros y recuperar la preciada llave), nos tiramos en el sofá a ver una mierda de película ("Operación Swordfish", os lo digo para que no la veáis, de puro mala, diosss) y comentar la gran jugada del día anterior. Luego, ¡por fin a mi casa! A la cama pronto para estar frescas para el día D, el de nuestra fiesta de Carnaval ya mítica. Yo, secretamente, soñando con Jo. y deseando que llegara el lunes por la tarde para comprobar si los besos del sábado tendrían segunda parte.


Lunes. A las 9:00h suena el despertador. Mi amiga A. y yo estamos con una energía desbordante y ganas de cachondeo; ver el desfile es lo de menos, supone la excusa perfecta para reunir a nuestros amigos y conocidos en casa y montarla gorda. La gente no tarda en aparecer: los más madrugadores llegan a eso de las 10:00h, con intención de gorronear café y bollitos y pillar un hueco en las ventanas para no perder ripio de la cabalgata. En lugar de al vodka, este año me alié a la cerveza, para variar y ser más auténtica, que para eso estamos en Alemania. Rulan las birras y a las 13:00h ya noto su efecto implacable. Fue el Rosenmontag más asocial que recuerdo, hablando y riendo con mi gente e ignorando al resto de tristes que invadían mi casa, exceptuando pequeñas incursiones en el resto de habitaciones para echar un ojo y decir unos cuantos hallos, no dijeran que una es una estirada xenófoba que sólo disfruta mezclándose con la mafia hispana.


No puedo evitar mirar el reloj cada veinte minutos, deseando con todas mis fuerzas que pasen las 6 horas que quedan hasta que se hagan las 18:00h y llevarme la gran alegría o el gran chasco del Carnaval, dependiendo de si mi Chupacabras viene o no. Mi lado más obsesivo me había hecho desenfundar el móvil varias veces a lo largo del día para presionar telefónicamente a I., colega y consejero sentimental, que además comparte despacho con mi vecinito el francés. A las 18:30h aparecen I. y J., mi Chupacabras. Yo estaba como un flan, pero las birras y los chupitos de ron que llevaba a mis espaldas me lanzaron a su cuello tras intercambiar unas frases en plan "small talk" para tantear el terreno. Y así hasta el final de la noche. ¡Qué romanticismo! ¡Qué pasión! ¿Qué tendrán los franceses que me ponen tanto? De mi casa nos fuimos todos al GREEN BAR, donde seguimos la fiesta hasta las 23:00h, hora de la retirada. Él se vino conmigo y mis amigas, por supuesto y, cuando lo dejamos en la puerta de su casa, lanzó al aire una invitación para cenar en su casa al día siguiente que yo naturalmente acepté...


Ésta ha sido la crónica del loco Carnaval. Podía haber escrito carros y carretas, pero no es plan de agobiar. Contra todo pronóstico, la alianza Francia/España ha sobrevivido a la resaca, pero los detalles los dejo para la próxima...


PAZ Y AMOR



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